miércoles, 27 de abril de 2011

¡¡¡¡ OOOHHH!!! ¡¡Magia!!

Lo dije, y lo he cumplido. Lo he hallado. He aquí uno de los mayores logros que mis ojos han visto después del edredón, shutter island y el bono-bus. Nada de Harry Potter y esas chorradas. Las frágiles varitas de madera que se rompen con un simple hechizo han pasado ya de moda. Ahora empieza lo que yo llamo ciencia.
Imagínense el mundo de hoy en día. Su hijo de seis años encuentra un clavo en el garaje y se dedica a explorar sus dotes artísticas dibujando monigotes en la carrocería de su coche nuevo. Usted lo descubre y queda horrorizado. Después de dar vueltas con su coche por un aparcamiento público en busca de una plaza, la única que queda libre es pequeña y se encuentra delimitada por un par de pilares de hormigón. Entre las prisas, los nervios, la incapacidad para medir las distancias y algo de torpeza, aparca como puede. Suena un chirrido. Cuando sale del vehículo descubre un enorme arañazo en un lateral y queda horrorizado. Entre eso y lo de su ya castigado hijo, el día acaba de perros.
Actualmente, reparar unos rasguños semejantes supondría un gasto económico que da miedo calcular, pero un grupo de investigadores suizos y norteamericanos ha desarrollado un material que tiene la capacidad de autorrepararse en menos de un minuto mediante la exposición a la luz ultravioleta. Ni talleres ni costosas facturas. Lo hace solo, con la única ayuda de una lámpara muy común, como las que utilizan los dentistas. El trabajo, que puede tener importantes aplicaciones en la vida cotidiana, como en el área de los transportes o la construcción, aparece publicado en la prestigiosa revista Nature.
«Esta es una investigación sobre materiales ingeniosa y transformadora», dice Andrew Lovinger, científico experto en polímeros de la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU. En efecto, mientras la mayoría de los materiales a base de polímeros se reparan mediante el calentamiento directo de la zona afectada, este material gomoso contiene compuestos metálicos que absorben la luz ultravioleta y la convierten en calor localizado, lo que permite la autorreparación.

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